Mobiliario descompuesto

Rascacielos Turning Torso
Suecia


El pasado día seis de este mes, miércoles, escribí en este blog un poema titulado “lo que de verdad…” y comenzaba diciendo…

- Quiero ser sueca … -

Pues bien. Como es necesario tener mucho, mucho cuidado con lo que se desea, esta vez la vida me pone en un aprieto.

Ayer, mientras viajaba desde Portugal en el Ferry me llamaron por teléfono. Es lógico que cansada como venía y entusiasmada con el agua, no escuchara mi móvil. Así es que al bajarme ya en Ayamonte comprobé que era un número muy, muy largo, demasiado largo y de un prefijo que desconocía.

Una siempre quiere pensar en lo mejor. Que una amiga te llama desde el extranjero para darte envidia de sus vacaciones. Que algún antiguo novio se acuerda de ti y quiere invitarte a viajar. Que te tocó un premio (yo estaba esperando el cuponazo como agua de mayo…y aunque no tenga nada que ver la once con países extranjeros… en ese momento todo se relaciona tal es el ansía de sentirte afortunada). Incluso llegué a pensar si no sería alguien desde Marruecos ya que ando mirando la posibilidad de irme a trabajar allí (esto es algo extraño porque aún no he enviado ningún currículum… pero como siempre pienso que el universo sabe más de mí que yo… pues…).

Y ahí quedé. Preocupada por saber. Intrigada. Barajando posibilidades remotas. Decidí que en cuanto llegara al trabajo al día siguiente debía mirar a qué país pertenecía el dichoso numerito. Eso y el número del cupón.

Del cupón, como imaginan, nada. Ni siquiera puedo recuperar lo invertido a pesar de ser un regalo. Y de la llamada perdida hay varias sorpresas:

1.- Es el prefijo de Suecia

2.- El número pertenece a una empresa que apenas puedo saber a qué se dedica porque su página Web no hay quien la entienda. Pero parece que venden un poco de todo. Entre algunas cosas que intuyo, motos y coches.

Perpleja. Me quedé sin aliento. Algunos saben que mi coche últimamente ha pasado por el taller. Que ando mirando si puedo o no permitirme comprarme uno.

Si uno mi deseo de ser sueca al deseo de tener un coche nuevo y a la llamada oportuna desde Suecia y desde una empresa que venden coches… Alucino, me estremezco y caigo en un sopor extraño.

¿Cómo pueden saber estos suecos que yo ando buscando coche…? O será que el país es genial y cuando detectan con no sé qué antenas telepáticas que alguien desea ser de allí automáticamente se ponen en contacto. Quizás los suecos no quieran serlo y comiencen a irse del país. Quizás les falte gente. O le sobren coches.

Y otra de las cosas que pasó por mi mente es que lo mismo hay miles de suecos preparados para rastrear por Internet cualquier palabra que nombre a su país para luego analizar y ampliar mercado o captar gente. Tengan cuidado a partir de ahora ya no sólo con los deseos, sino con lo que publicáis en Internet. Puede pasar de todo.

Incluso que me quieran dar el premio Nobel y todo sea una artimaña para que yo no me entere. Porque ahora que lo pienso, cuando la hipoteca me aprieta y no sé de dónde sacar dinero mi mente se va a ese paraíso llamado “Premio Nobel” que tantas puertas me abriría. Viendo como se las gastan, quién me dice a mí que no hayan interceptado mi pensamiento recurrente todos los días 30 y hayan decidido dármelo para evitar interferencias en los aparatos “detectadeseos”.

Cómo no recordar el relato largo que Quin Monzó incluye en su libro “El mejor de los mundos”, donde un escritor que siempre es avisado de que es elegido para los premios Nobel de literatura, se compra un frac y cada año espera el momento y el frac vuelve a ser guardado una y otra vez.. Y siguen pasando cosas y años y el frac y él siguen esperando el Nobel… y…miles de “y”… que los suecos añaden a su vida.

Ahora me siento parte de esa fábula. Lean el libro, lo recomiendo.

Aunque mi parte más racional, que la tengo a veces, me dice, que quizás sólo haya sido una de esas pequeñas confusiones que los humanos tenemos a veces cuando vamos a marcar un número y el dedito se nos va a otro.

¿Casualidad o Causalidad?

De cualquier forma, he guardado en número en la agenda del móvil con una interrogación. Los humanos somos expertos en pulsar mal las teclas. Si vuelven a contactar, entienda o no lo que me digan, sabré al menos que son “ellos”, los suecos.






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