Ellos y Ellas

Me encuentro sin palabras. Quiero decir que no puedo verbalizarlas. Por eso me he puesto a escribirlas.

Hoy, y no sé cómo, ha llegado hasta mi mesa un folleto o una pequeña memoria de actividades de una empresa de tecnología, publicidad y no sé cuántas cosas más. Después de ojearlo aún no tengo claro si venden, compran o alquilan. Si buscan o nos buscan. Demasiados colores, frases, fotos y poses. Todos vestidos de negro sobre fondo naranja, letras blancas y un libro que parece troquelable. De esos como los cuentos infantiles que al abrirlos se monta en un plis plas el castillo con sus puertas abatibles incluidas…

Bueno… alucinando estaba cuando me da por leer alguno de los titulares y me encuentro con algo así: “Un robot que identifica el sexo de los peces. Automatización del sexado de pescado revoluciona el sector conservero”

¡Ayyyyy…! , esta imaginación mía. Ya se ha disparado con múltiples utilidades. En momentos como estos es cuando pienso que equivoqué mi rumbo, mi profesión. Yo sólo tendría que trabajar imaginando… Que me pagaran por ello. Sería eficiente y saldría barata a la larga. Todo producción. Y ningún coste. Pensar no requiere de demasiados artilugios.

Pues bien… que se vayan preparando los peces. Que no hay ambigüedad que valga. Que si un pez ha decidido disimular su sexo, jugarnos una mala pasada haciéndonos pensar que estamos comiendo sardinas hembras en vez de machos… o si a otro se le ocurre que pueden vivir en comunas como si nada, haciéndose pasar todos por hembras… en fin... que esos tiempos ya pasaron a la historia. Ahora deben tener cuidado. Que para eso el hombre, que es tan listo y cuidadoso para poner a cada cuál en su sitio y nosotros, los “no animales”, inventamos tanta máquinas. Bueno, perdón señor ¡Robot clasifica-sexo, que no tenemos nada contra usted…! que aún no sabemos si habrán hecho un androide que hasta tenga sentimientos o una válvula especial para distinguir el olor de las hormonas sexuales de los peces. Mira que si el robot piensa y le gustan las bromas…

Que imagino que todo habrá sido para las piscifactorías… ¿no? Seguro que una de los dos sexos es más rentable que el otro, o tiene mejor sabor, o es por aquello de las huevas… no sé. Pero da pavor pensar en qué pueden llegar a inventar si el género humano sigue igual de ambiguo para todo, incluyendo el sexo. Es como si de buenas a primeras no se pudieran permitir peces transexuales. Que si naces con ovarios debes estar de por vida sexada por no sé qué robot que por supuesto nunca te habrá preguntado si te sientes hombre o mujer. Que en las pescaderías debemos preguntar muy bien si ingerimos hormonas masculinas o femeninas… que ya se sabe que de lo que se come se cría y eso puede terminar mal… muy mal.

Tengo tantas dudas… y como algunas de las hortalizas que comemos ya van teniendo genética animal introducida. No tardará el día en que haya otro robot que te vaya diciendo con voz de alarma… “ALERTA, ALERTA… Tomate macho, tomate macho…” y nosotros avergonzados dejando al pobre tomate solito entre otros muchos machos... cuando lo que queríamos era convertir nuestra ensalada en una orgía y poder disfrutar de la comida como siempre habíamos hecho antes de saber que los sexos se pueden clasificar incluso en los peces.

¿Se harán para entonces clases sociales diferentes? ¿Los que siempre compran verduras macho y los que prefieren las hembras….? Los que tienen en su casa robots capaces de clasificarles todo y los que tienen que apretar el pimiento para ver si le sale la colita por alguna parte…

Me siento confundida, créanme. Y con cierto temor. Que esta empresa que envía el folleto citado, va en serio y con muy, pero que muy sanas intenciones. Y eso, como ya saben, facilita el acceso a subvenciones y facilidades para presionar a los pobres peces que hasta hoy mismo nada saben del peligro que corren.

Ni ellos, ni nosotros.
Tengan cuidado. Si un robot se os acerca y pretende levantaros la falda o agacharos el pantalón… ya sabéis qué andan buscando. El que avisa no es traidor.

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