Todo comienza en septiembre: los besos que ivernaban a punto de cristalizarse, la piel que cubre las manos y que en agosto apenas nos era perceptible y los pasos hacia el otoño y su renovación.
Todo naciendo cuando parece justo al revés. El aire quiere impregnarnos del oxígeno de las cosas caducas y por eso sacude a los árboles para que sus hojas nos transporten a la nostalgia. Algo nace en septiembre. Algo o mucho, según se piense. Las posibilidades de un árbol vacío o de una calle crujiente son inimaginables.
Lap piel sabe de los meses y para ellos se prepara. Y luego están las cosechas. La tierra ofrece sus últimos frutos. El hombre, consciente, los recoge y exprime. Bebe su caldo. Se sabe empezando. Se intuye partícipe del comienzo. Hace lo posible por nacer al tiempo dorado.
Hay labios que en verano sa sabían todas las palabras. Al llegar el olor del cambio optan por el roce y las esencias de otros labios. En septiembre se modifican para comunicarse con los silencios.
Me llega por la espalda el otoño. Me abraza fuerte. Y cuando un día escribí el verso “Llámame en octubre...”, nada sabía yo de la fuerza de los deseos.
Te he invocado, Otoño. Y sé que vendrás a mí pénsadote primavera. Los dos sabemos que la savia contenida y bien alimentada puede reverdecer al primer rayo de sol. No es cuestión de estaciones. Sólo de ternura y calor.
Todo naciendo cuando parece justo al revés. El aire quiere impregnarnos del oxígeno de las cosas caducas y por eso sacude a los árboles para que sus hojas nos transporten a la nostalgia. Algo nace en septiembre. Algo o mucho, según se piense. Las posibilidades de un árbol vacío o de una calle crujiente son inimaginables.
Lap piel sabe de los meses y para ellos se prepara. Y luego están las cosechas. La tierra ofrece sus últimos frutos. El hombre, consciente, los recoge y exprime. Bebe su caldo. Se sabe empezando. Se intuye partícipe del comienzo. Hace lo posible por nacer al tiempo dorado.
Hay labios que en verano sa sabían todas las palabras. Al llegar el olor del cambio optan por el roce y las esencias de otros labios. En septiembre se modifican para comunicarse con los silencios.
Me llega por la espalda el otoño. Me abraza fuerte. Y cuando un día escribí el verso “Llámame en octubre...”, nada sabía yo de la fuerza de los deseos.
Te he invocado, Otoño. Y sé que vendrás a mí pénsadote primavera. Los dos sabemos que la savia contenida y bien alimentada puede reverdecer al primer rayo de sol. No es cuestión de estaciones. Sólo de ternura y calor.
Aquí acaba agosto.
Tú me comienzas, septiembre.
Me siento preparada para ver caer las hojas junto a tí; adentrarnos al crujir de las palabras, los besos y los silencios.
Tú me comienzas, septiembre.
Me siento preparada para ver caer las hojas junto a tí; adentrarnos al crujir de las palabras, los besos y los silencios.
Comentarios
Disfruto buceando por tus maravillosos poemas.
Un saludo.
un beso
Adri.-
" Hay labios que en verano se abían todas las palabras" Esa frase es increible
Saludos
Nanu
He paseado rápidamente por tu blog. Y estoy segura que algo en la mirada nos acerca.
Un abrazo y bienvenida.
Gracias Nanu.