
Eran amantes virtuales. Discusiones en tiempos distintos y unas ganas intermitentes de todo. La reconciliación siempre sucedía por alguna equivocación. Se proponían la hora de pensarse. Ambos olían al otro en su cerebro y engañaban a su cuerpo con las propias manos.
Y así llevaban el amor. Como debe ser: en “volandas”, pero esta vez de verdad, ya que sabían que todo era a través de un satélite y de ciertas ondas invisibles.
Reían por cualquier cosa y era lindo. Nada importaba si la risa de él llegaba al otro día, o la de ella se perdía alguna vez entre tanto ir y venir de frecuencias y bytes. Ninguno hablaba de mañana. Sólo se querían en el momento de saberse únicos y protegían su idilio de la vida cotidiana.
Y ya se sabe que la intensidad cruza el umbral de lo prudente. Así un día ella comenzó a sentirse mareada. Y por mucho que supiera de la poca conveniencia de un bebé a estas alturas, sintió la punzada de querer ser madre.
Ese mes no le bajó su menstruación. Ni al otro. Hablaron de esto en formato siempre virtual y estuvieron de acuerdo en que ella debía ir al médico. Un médico de verdad. Por una vez debían recurrir a lo tangible.
Lo que temían llegó. Diagnóstico de “embarazo psicológico” y lágrimas. Qué hacer con el bebé luego, escribió ella aquella mañana a su amante. Él no estuvo ni por un momento de acuerdo en abortar. Ella lloró a solas y luego lo contó para que el tuviera constancia y si quería llorara al otro día por la pena de ella.
La chica lleva trajes premamá que él nunca ve pero intuye. Son seis meses y ya ha comprado de todo. Virtualmente, se sobrentiende. Y la ilusión se alterna con el desconsuelo en las noches que ella comienza a no tener ganas de proyectar al otro para amarse de esa manera que tanto bien les hacía. Su chico, que todo lo siente en la distancia, sabe que ella no lo piensa y por esa misma razón ha dejado de amarse a sí mismo pensando en ella.
El médico les ha dicho que eso es normal. En los últimos meses del embarazo puede bajar la líbido.
¡Ah… - pensó ella – entonces todo volverá a la normalidad cuando el bebé nazca!
Llegaron las contracciones. Un correo explicativo de cada detalle al romper aguas. Justo ese día, su chico tenía revisión del dentista y al llegar tuvo que dormir para aguantar el dolor. Se había quedado sin dos de sus muelas. Cuando él leyó el mail, ella ya tenía el bebé en casa.
Por mucho que intentó explicarle que la anestesia le había privado de intuir el momento, ella ya había decidido criar al bebé sola. No podía perdonar que la hubiera dejado abandonada en un momento tan crítico.
Todo el mundo sabe que los partos de los embarazos psicológicos traen muchas complicaciones.
Y así llevaban el amor. Como debe ser: en “volandas”, pero esta vez de verdad, ya que sabían que todo era a través de un satélite y de ciertas ondas invisibles.
Reían por cualquier cosa y era lindo. Nada importaba si la risa de él llegaba al otro día, o la de ella se perdía alguna vez entre tanto ir y venir de frecuencias y bytes. Ninguno hablaba de mañana. Sólo se querían en el momento de saberse únicos y protegían su idilio de la vida cotidiana.
Y ya se sabe que la intensidad cruza el umbral de lo prudente. Así un día ella comenzó a sentirse mareada. Y por mucho que supiera de la poca conveniencia de un bebé a estas alturas, sintió la punzada de querer ser madre.
Ese mes no le bajó su menstruación. Ni al otro. Hablaron de esto en formato siempre virtual y estuvieron de acuerdo en que ella debía ir al médico. Un médico de verdad. Por una vez debían recurrir a lo tangible.
Lo que temían llegó. Diagnóstico de “embarazo psicológico” y lágrimas. Qué hacer con el bebé luego, escribió ella aquella mañana a su amante. Él no estuvo ni por un momento de acuerdo en abortar. Ella lloró a solas y luego lo contó para que el tuviera constancia y si quería llorara al otro día por la pena de ella.
La chica lleva trajes premamá que él nunca ve pero intuye. Son seis meses y ya ha comprado de todo. Virtualmente, se sobrentiende. Y la ilusión se alterna con el desconsuelo en las noches que ella comienza a no tener ganas de proyectar al otro para amarse de esa manera que tanto bien les hacía. Su chico, que todo lo siente en la distancia, sabe que ella no lo piensa y por esa misma razón ha dejado de amarse a sí mismo pensando en ella.
El médico les ha dicho que eso es normal. En los últimos meses del embarazo puede bajar la líbido.
¡Ah… - pensó ella – entonces todo volverá a la normalidad cuando el bebé nazca!
Llegaron las contracciones. Un correo explicativo de cada detalle al romper aguas. Justo ese día, su chico tenía revisión del dentista y al llegar tuvo que dormir para aguantar el dolor. Se había quedado sin dos de sus muelas. Cuando él leyó el mail, ella ya tenía el bebé en casa.
Por mucho que intentó explicarle que la anestesia le había privado de intuir el momento, ella ya había decidido criar al bebé sola. No podía perdonar que la hubiera dejado abandonada en un momento tan crítico.
Todo el mundo sabe que los partos de los embarazos psicológicos traen muchas complicaciones.
Comentarios
Un abrazo
Toda horfandad resulta triste.
Pero amiga, mientras sea virtual.. siempre tendremos la opción de darle al "off".
Besos y gracias por dejar tus palabras.
Gracias por regalarnos su preciosa imaginaciòn que a veces se entremezcla con nuestras realidades.
Dulce vida para Ud., mi estimada Madame.
Beto
Beto.
Tendré que tener cuidado con lo que escribo porque con la cantidad de "barbaridades" que rondan siempre mi cerebro y mi imaginación, quién sabe lo que puedo llegar a conseguir en el universo... Ufff. miedo me da.
Pues sí, todo parecido con la realidad es pura coincidencia... o... no... ya no lo tengo tan claro... jeje
Siento lo de sus muelas y espero, encarecidamente, que no tenga usted que vérselas con Bebés virtuales y embarazos psicológicos a causa de estas extrañas coincidencias entre lo que una persona escribe y lo que sucede a miles de km.
Gracias por sus palabras y halagos. Alguien va a pensar que lo tengo a sueldo, querido Beto.
Un abrazo y larga vida a la imaginación, tenga o no que ver con otras realidades.
Pero mil gracias porque estoy en contacto con tu tierra y sé que "loca" es un auténtico elogio.
Todo lo que me viene de állí o "allá" como decís vosotros, me alegra el día.
Y claro que no... no es una historia más de amantes. Un bebé virtual da mucha guerra.
Me voy yo también a por la nave. Alli nos vemos.
Gracias por el tiempo y bienvenida siempre.