Mundos Ocultos

El próximo día 4 de Abril estaré por Jeréz de la Frontera (Cádiz) , participando en un recital junto a Ana Espinosa (http://pintandoversosii.blogspot.com) en la Librería "Los libros de la Frontera" (http://loslibrosdelafrontera.blogspot.com) El recital será sobre las 19:30 h.
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Ella organizó todo y ha tenido la generosidad de invitarme. Me ha pedido una poética para ese día, ya que la persona que me presenta quería saber un poco quién es esta Madame Guignol. Os dejo con el texto que envié como carta de presentación. Espero que os guste y sobre todo que pueda ir acompañada por alguno de vosotros para pasar un día estupendo en Jeréz. Estáis todos invitados.
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Los que me conocen saben que compartir es lo que mueve la humanidad que contiene esta Madame.
Irma Gruenholz

Poética

Con sólo tres frases conseguí que un niño aburrido, cabizbajo y malhumorado creyera que cada dedo era un país. No me entendió. Dudó. Me miró incluso más enfadado aún. Y frunció el ceño.

Y ahí es donde encontré la rendija para colarme. En cada arruga de esa frente de niño-viejo hallé un camino para llevarlo de paseo por todos esos territorios que antes no veía.

Diez países en sólo dos manos pequeñas. Bueno, doce, porque conforme fuimos hablando de cada uno de ellos, él quiso que en la palma de cada mano habitaran seres mezclados de cada país y que le pusiéramos otro nombre. Así que en cada una, un país central y cinco alrededor, como si fueran satélites. Quiso también que sus ojos fueran las lunas de sus manos. Estuvimos de acuerdo en esto sin problemas.

En menos de media hora sus arrugas desaparecieron y comenzó a brillar como un charco.

Miro hoy en la memoria cómo caminaba hacia su casa. Su cuerpo erguido de emoción. Sus pasos firmes al saberse dueño de un universo semejante. Con cuidado extremo se metió las manos en los bolsillos, giró la cabeza, sonrío y puso en cuarto menguante una de sus lunas.

Así supe que la metáfora y la medicina tienen muchas cosas en común. Que yo quería ser metáfora.

Realmente en aquél instante yo no sabía cómo se llamaba aquello. Sólo tenía cuatro años y el niño-viejo, quizás siete.

Todo comenzó así:

Me senté a su lado y le dije
“Tienes las manos muy sucias. La gente que vive en cada dedo se enfadará. Mira, ponlas cerca de tu oído y escucha cómo hablan”

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