Cuentos para una Sonrisa


Comparto un cuento. Para quien guste, está al final de esta noticia, pero no es un cuento cualquiera, sino uno que navega dentro de este libro entusiasmado que ayudará a que Alex siga manteniendo su sonrisa fresca y contagiosa. Me llegó un correo con la posibilidad de colaborar y no pude resitirme. Cómo no enviar un cuento de niños para niños. Cómo no añadir un trocito de esta Madame Guignol si con ello Alex y su familia pueden conseguir la Luna... Así que lo hice, estoy feliz por ello y ahora ya el libro está terminado y listo para presentarse. El cohete va a partir... sólo falta que cada uno de nosotros se haga padrino o madrina de una pequeña pieza de la nave...

En esta ocasión lo que comparto es una posibilidad: la de ayudar a un niño con parálisis cerebral cuya familia está haciendo lo posible y lo imposible para para recaudar el dinero necesario para costear ciertas operaciones que la seguridad social no le cubre. Sólo así, Alex, que es el nombre de esa personita sonriente y bella que aparece en la foto, mejorará su calidad de vida.

La presentación está sin confirmación definitiva, pero parece que todo apunta a que se hará el próximo 2 de noviembre, viernes, a las 21:00 en el Café Detrás de Marco de Vigo, Calle Londres s/n (justo detrás del Museo del MARCO de Príncipe) La pena es no estar más cerca... pero animo a todos los que tengan la posibilidad de ir o de difundir el acto a que lo hagan y luego me cuenten qué tal.

Los que ya hayan decidido apadrinar alguna pieza de esta pequeña nave (un libro es una pieza tan mágica... ya lo ven...) y quieran recibirla en su casa, debe hacer lo siguiente: 


1. Ingresar 11 euros (10 del libro + 1 de gastos de envío si es a Espàña, 2 a Europa y 3 a América) en la cuenta de 
 
NovaGalicia Banco 2080 5016 06 3000309850 poniendo en el concepto LIBRO y dando sus datos.

2. Enviar un correo indicando que ha procedido al pago y aportando nombre y datos para el envío, a Enrique Sanchez Sotelo enriquesanchezsotelo@yahoo.es
3. En cuanto comprueben el ingreso procederán al envío por correo postal. Y si es posible, sería conveniente avisar a Enrique cuando el libro llegue a nuestras manos.
 
Por si alguien quiere conocer a los tripulantes de la nave, entre los que me encuentro, el índice del libro es:
 
Presentación
Palabras del editor (Ediciones Cardeñoso)
 
Cuentos: 
 
Daniel y el silbato de oro, Antonia Cerrato
Diminuto, Rosa Cáceres
Dos amigos, Enrique Sánchez Sotelo
El abuelo de Gelo, Soledad Cuba
El boliche, José Gutiérrez Lama
El globo mágico, Juan Seoane
El guisante Miguelito y el elefante Miguelón, Jonatan Jorge Guille
El jardín de Epicuro, Pilar Pérez Abilleira
Habitantes de las nubes, Susana Báez Ayala
Juan y el cazador, Úrsula Sotelo Rodríguez
La ballena Gorda, José Simal
La caracola de Miguel, Rosario Ruíz de Almodóvar Rivera
Lavando el coche de papá, David Pérez Álvarez
Misterio en el bosque, Marcial Lorenzo Pereira
Pequeño Calcetín contra el capitán Calavera, Ángel González González
Tres estrellas, Vanessa Álvarez Tesouro
Un trocito de estrella, Pilar Aguilar
Una gymkana inesperada, Madame Guignol
 
 
Ilustración de SILVINA SOCOLOVSKY  
(esta ilustración no pertenece al libro, sólo la elegí para ilustrar un poco el cuento)
 
Pedro sólo preguntó una dirección sencilla. Quería llegar al supermercado. Pero aquella señora le dijo lo siguiente: “Mira hijo, sigue adelante cincuenta pasos de hormiga, cuando veas una farola verde al fondo de la calle, cuenta diez pasos de elefante. Detrás de la esquina, verás a la izquierda una calle llena de libélulas, aunque no es ahí. Debes seguir hacia la derecha cinco pasos de ratón y justo en el centro del puesto del relojero, verás una puerta pequeñita por la que debes introducir una palabra; la que quieras. En cuanto comprueben que eres de fiar, saldrá un duende y te indicará el camino al supermercado. ¡Es muy fácil, muchacho! – Eso dijo aquella señora y se fue cantando por encima de la acera algo así como “Dos y dos son cinco y cinco veintitrés, y quien quiera contarlos que antes diga cien”. Pedro se quedó mudo de sorpresa. Pensó que aquella señora estaba loca y después, sin saber cómo fue siguiendo los pasos que le había recomendado la vieja. Cuando apareció delante de sí el supermercado, olvidó todo lo que le había sucedido pero en su bolsillo estaban estas palabras escritas sobre un papel arrugado: “dos y dos son siete y cuatro veinticinco y quien quiera contarlos que antes diga…”  ¿Qué palabra faltaría…? –pensaba Pedro, camino de su casa.


Comentarios