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Foto Carmen Valladolid - Pan masa madre, centeno integral y muesli |
¡Ay, ese
olor de acogimiento…!
“Come pan
y bebe agua y vivirás vida larga”
Refrán
Llevo años haciendo
pan. Experimentado y consiguiendo recetas distintas, unas fáciles y otras más
elaboradas. Es una pasión que no se puede dejar una vez se comienza. Y ahora me
he decidido también a compartirlo con vosotros. No sólo por aquí, que iré
poniendo recetas y trucos de vez en cuando, sino en forma de talleres a
domicilio, cursos como regalos de cumpleaños para alguien especial e incluso talleres
en mi casa si el cupo se completa. Y no
hay edades; serán para niños y también para adultos.
Haré alguna degustación de
Té y tostadas más adelante. Atentos por si os apetece. En breve os pondré toda
la información. Por ahora os dejo con una pequeña historia.
Siempre
quise hacer pan. Desde muy, muy pequeña. Y probé varias veces obteniendo una
especie de ladrillo asesino que bien podría pasar por aduanas como algo
comestible. Tendría que haberlo patentado, quién sabe. Oler, olía divino. La
casa se impregnaba y hasta las vecinas por las azoteas concluían… “¡La niña
está cocinando…eh!” Porque no sólo me atrevía con el pan, también con los
bizcochos (este episodio es sumamente vergonzoso y lo relataré otro día) y con
los guisos de siempre añadiendo mi toque personal. Digamos que la cocina salada
me salió siempre de rechupete. Las masas eran otra cosa. Había algún misterio
que se me resistía aún haciendo al pie de la letra la receta que me había
recortado de alguna revista.
Pero nunca
dejo a medias un propósito ni un sueño. Puedo tardar en llegar o por el camino
haber cambiado algún matiz, pero que lo sigo, lo sigo ¡Y voilá!, después de tentativas,
parones y rumiar por libros y
experimentos químicos, conseguí no sólo hacer pan, sino un pan artesano
exquisito tanto al paladar como al olfato, y lo que es más importante en mi
caso, alejado de la construcción (es decir, había quedado en el pasado aquello de hacer
armas con masa de pan) Y Feliz como niña con piruleta. Así estoy cada vez que
me enharino las manos y el alma porque la casa me transporta a un abrazo cálido
y nutritivo.
Ah…. Qué descubrimiento
más placentero que la química que tanto me gustaba en el colegio me haya ayudado
a entender el proceso de levar. Es como volar pero para el trigo. Si vierais la
cara de niña entusiasmada que se me pone cuando hablo con los bichitos de la
levadura que yo misma fabrico (se llama masa madre y os hablaré de ella en otro
momento) Tengo largas conversaciones.
Nadie, ni
chico ni grande ni enorme, puede resistirse a un trozo de masa entre las manos.
Os lo aseguro. Es algo tan instintivo querer amasar y darle forma que si
alguien prueba ya no querrá dejar de hacerlo.
¿Nunca
habéis metido las manos en algún lebrillo de masa para dulces de vuestras
abuelas? Pues eso. Os animo a probar. El pan además de un nutriente básico está
tan vinculado a lo que somos de forma integral, que no debemos olvidar lo
importante de estos rituales que no sólo nos ponen los pies en la tierra, sino
que nos eleva el entusiasmo de poder alimentarnos con algo fabricado con
nuestras manos. Y compartir esa ternura con los otros. Comer no debería será algo
automático. Y se puede aprender a degustar y compartir.
Si algún
amigo o familiar de los que lo han probado quiere decir algo que hable ahora o
calle para siempre, je je.
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